Todas las actividades que realizamos en el medio natural, por su carácter agreste y cambiante, conllevan un riesgo intrínseco que hemos de saber controlar.
En la montaña invernal, este riesgo se incrementa, en ocasiones, de forma significativa. La dificultad de orientación, la reducción de horas de luz, las duras condiciones meteorológicas y con una mayor incidencia en el nivel de riesgo, los aludes de nieve y las caídas por pendientes heladas, hacen que debamos extremar las precauciones e incidir notablemente en una mejor preparación, física, técnica y psicológica.
Cuando pretendemos iniciarnos en una disciplina de montaña, ya sea senderismo estival, senderismo invernal con raquetas de nieve o no, escalada, esquí de montaña, vías ferratas, alpinismo, etc., es muy importante realizarlo de forma progresiva y supervisada por una persona con una cualificada experiencia que gestione estos riesgos potenciales.
Hoy en día resulta extremadamente fácil, sin entrar a valorar la parte económica, conseguir el equipo necesario para practicar cualquiera de las disciplinas de montaña mencionadas. Igualmente, podemos obtener mucha información sobre técnica, localizaciones, itinerarios, etc. a través de publicaciones escritas y sobre todo, en Internet.
Pero no nos engañemos, en este caso esta facilidad comporta un riesgo muy elevado, pues es nuestra seguridad física la que está en juego y en menor medida, pero a tener en cuenta también, la continuidad debido a la posible falta de satisfacción de las primeras experiencias.
Antes de realizar las primeras actividades, hemos de preguntarnos y respondernos del modo más objetivo posible lo siguiente:
¿Las fuentes de información que tenemos son las adecuadas y son fiables?
Actualmente es muy corriente acceder a Internet y obtener innumerables gigas de información, mucha de ella gratuita y desinteresada que nos muestran cómo han hecho otros o cómo hacer una actividad a través de textos, imágenes, esquemas, video tutoriales, etc., pero si no tenemos la capacidad de filtrar adecuadamente esta información, corremos el riesgo de acometer nuestro debut con todos los malos vicios adquiridos de personas a las que no conocemos y que no nos pueden ofrecer garantía de su capacidad.
A veces por falta de conocimiento y otras por un exceso del nivel de preparación (pero que carecen de la capacidad de transmisión didáctica necesaria) de las fuentes, la información obtenida puede no ser la adecuada para nosotros.
Es habitual que la inexperiencia nos haga obviar asuntos tan importantes como: la época en que se hicieron las actividades, las condiciones meteorológicas y/o nivológicas del momento, los conocimientos técnicos y preparación física de quienes la hicieron, el equipo que emplearon, el grado de dificultad de la actividad (siempre subjetivo y difícil de evaluar), etc.
Por eso es muy importante recurrir a fuentes contrastadas y que ofrezcan la garantía que sólo los profesionales de la montaña podemos ofrecer.
¿El equipo que voy a emplear es el correcto?
No siempre el equipo más costoso y técnico es el mejor para comenzar en una disciplina de montaña.
Cuando nos enfrentamos al aprendizaje de una nueva técnica, ya sea el simple hecho de caminar en montaña, que aunque lo parezca no es tan simple e intuitivo, como una disciplina más compleja como la escalada o el esquí de montaña, un material demasiado tecnificado será contraproducente pues requiere de unos conocimientos de uso más avanzados que aún no tenemos. Por ejemplo, unas botas más sólidas y rígidas que son idóneas para afrontar zonas pedregosas, laderas con fuertes pendientes por terrenos inestables o pequeñas trepadas en zonas rocosas con regletas, se convertirán en un suplicio para realizar nuestras primeras caminatas por terrenos de baja o media montaña, con pendientes más suaves y terrenos menos abruptos. O unos esquís de montaña, altamente tecnificados, súper ligeros y con unas cotas excelentes para mejorar el ascenso en competición, que convertirán nuestros primeros intentos de aprendizaje en una misión imposible, sobre todo, en la bajada, pues dificultan enormemente su control y requieren de una fineza técnica que no es fácil conseguir.
Por desgracia, gran parte de este material termina en las tiendas de segunda mano, sino acaban con nuestras ganas de practicar ese deporte que con tanta ilusión deseábamos aprender.
¿El ritmo de progresión en el aprendizaje es el adecuado?
Nuestra mejor compañera a la hora de iniciarnos en cualquier deporte de montaña es sin duda la ilusión. La ilusión por llegar más allá, por llegar a lugares donde sólo unos pocos privilegiados pueden llegar, por sentir sensaciones que sólo en plena naturaleza se pueden sentir, la absoluta tranquilidad que encuentras en la profundidad de los valles o en lo alto de la cima; el silencio roto sólo por el rumor de los cauces de agua, el viento o el sonido de los animales que en estos espacios habitan; la alegría de superar los retos que te vas imponiendo y que vas logrando con el paso del tiempo y la experiencia adquirida; la humildad de enfrentarte al poder de la naturaleza tanto en su capacidad creadora como en su fuerza destructiva; sensaciones que te permiten crecer como persona y que potencian valores indispensables en la montaña como son la generosidad, el compañerismo, el optimismo, la serenidad, el tesón y por supuesto, la ya mencionada humildad que no ha de faltarnos nunca y que nos ayuda a situarnos en cada momento en el lugar adecuado.
Pero la ilusión tiene un doble filo y como todo, ha de ser gestionada en su justa medida, pues de otro modo nos puede incitar a afrontar actividades por encima de nuestras posibilidades o en momentos en que la seguridad desaconseja actuar.
La figura de un guía de montaña cobra especial valor en estos casos, siendo el mejor administrador y gestor de los parámetros que intervienen en toda actividad de montaña. Un guía de montaña, en especial, un Técnico Deportivo de Montaña y Escalada, por su exigente formación académica y su experiencia está cualificado para evaluar y gestionar factores tan importantes como la seguridad, el ritmo de aprendizaje, el entrenamiento organizado o los elementos que intervienen en una simple actividad de iniciación. Un guía de montaña sabrá dirigir tus pasos para que tu progresión sea la adecuada y puedas disfrutar de tus deportes de montaña con seguridad.
¿Tengo el conocimiento suficiente para realizar esta actividad de forma autónoma?
Cualquier actividad en montaña, por sencilla que parezca, es susceptible de que se pueda complicar debido al carácter altamente cambiante del entorno en que se realiza.
Aunque afrontemos una pequeña ruta de senderismo estival, suficientemente marcada, por un terreno sin demasiada dificultad, si lo pensamos bien y sin ánimo de querer asustar, puede convertirse en una situación complicada si se produce una fuerte tormenta; cae de repente la niebla y/o la temperatura; tenemos un percance y se hace de noche sin estar preparados para ello; falta parte de la señalización del trazado o falla nuestro dispositivo GPS y nos desorientamos o, peor aún, nos perdemos, etcétera, etcétera.
Estas son situaciones que a menudo se presentan de repente en montaña y, si no estamos debidamente preparados para afrontarlas, hacen que una placentera actividad se convierta en ocasiones en una noticia de un nuevo incidente o accidente de montaña.
Una persona debidamente formada podrá afrontar y gestionar estas situaciones con los adecuados conocimientos en cartografía y orientación, uso y mantenimiento de instrumentos como la brújula, el mapa, el GPS, el ARVA, progresión en diferentes terrenos (rocosos, herbosos, nevados), conocimiento del equipo empleado, técnicas de pernocta con o sin material específico y si llega el caso, gestión de un accidente incluidos los primeros auxilios.
Para todas aquellas personas que aún no tienen estos los conocimientos, la figura de un guía de montaña es la adecuada para gestionar estos aspectos y el referente para ir adquiriéndolos, ya sea a través de las actividades realizadas bajo su tutela como en los cursos formativos que empresas como Andorra 3000 ofrecen.
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